Mi hermana se quedó atrapada en un videoclip de Britney Spears cuando apenas tenía quince años. A día de hoy seguimos sin saber cómo pudo ocurrir. La dejamos mirando la MTV un rato y cuando volvimos estaba al otro lado de la pantalla vestida de colegiala. A papá aquello le sentó fatal. No soportaba que su hija saliera en la tele enseñando el ombligo. «Qué pensará la gente del pueblo», se preguntaba a todas horas. Sin embargo, por primera vez en mucho tiempo, mi hermana parecía feliz; se pasaba el día entero bailando su canción preferida. Y eso que lo hacía realmente mal, pero a ella no le importaba lo más mínimo. Mis padres estaban convencidos de que no iba a salir de allí por voluntad propia. Por eso, cuando emitían el videoclip, se arrodillaban frente al televisor y le pedían que regresara. «Hazlo por el honor de la familia», le suplicaban. «Solo una vez más», les respondía mientras intentaba aprenderse, de una vez por todas, la dichosa coreografía.