Ha aparecido un agujero negro en el
salón. Al principio no suponía un gran problema: era, más o menos, como una
pelota de ping-pong. Pero con el paso del tiempo ha ido creciendo. Según mi
esposa, de manera inversamente proporcional a nuestra satisfacción conyugal. El
psicólogo nos ha recomendado que hagamos cosas nuevas. Dice que si intentamos romper
esa monotonía, poco a poco desaparecerá. Hoy hemos decidido hacerle caso. Cogidos
de la mano, frente al agujero, nos preparamos para arrojarnos a su interior.